Vôtre Dolly!

Capitulo 1

‘’Ansiaba un corazón, soñaba con una vida’’

Tenía ojos marrones, que cambiaban de color si algo le causaba conmoción, como dos brillos intensos iluminaban la mirada de aquel rostro encantador, mejillas rozadas poco  prominentes que delataban ternura aun cuando se enojaba, en su rostro no se percibía emoción alguna, reinaba la inexpresividad de aquella muñequita plástica y sin corazón, su carita angelical causaba remordimientos a aquel que intentara  tocarla, provocaba arrepentirse hasta del pecado ajeno;

''Era muy bella, despertaba envidia en cualquier doncella''.

En ocasiones la niña de la casa tomaba sus rizos y los estiraba con delicadeza, al parecer encendía la pieza, cual cajita musical al abrirla. Solía quejarse si estaba triste, su rostro no lo reflejaba, su llanto  linda  melodía, una dulce armonía que ansiaba querer escucharla a quien le oyera sollozar, ¿Como poder imaginar que la atrayente sinfonía que escapaba de su centro era el reflejo de su sufrimiento?

Tenía un deseo, algún día poder tocar el fuego, había escuchado de su capacidad de restauración, quien lo dominara seria poderoso, soñaba con percibir un poco de ese poder; Por las noches observaba la gran chimenea, era encendida durante las heladas que sacudían la ciudad, la familia acostumbraba a reunirse frente al fuego, aventar un poco de carbón y contemplar la maravilla del resplandor al encenderlo. Sol casi no lo veía, debido a su ubicación se complicaba un poco su visión, diagonal en una esquina sobre un elaborado burot, con aplicaciones y grabados en tonos dorado,  con libros alineados perfectamente ordenados, entre ellos cuentos de fantasía. Era el sitio perfecto para que la niña de la casa dedicara tiempo a la lectura que tanto le costaba.

***

Cada día Sol esperaba el llegar de la noche, que se respirara una brisa fría y así poder contemplar lo que aquella chimenea antigua y polvorienta le ofrecía, desde la esquina del burot sola y apartada, deseaba que algún día el fuego le abrazara, tocar las chispas, sentir su calor, mientras las llamas le rodearan,  derritiendo así el caparazón que escondía su  alma desolada.

¿Acaso  nadie  notaba que la pobre Sol estaba condenada?